lunes, 29 de marzo de 2010

Excursiones

El sábado pasado nos fuimos de excursión con los niños y unos amigos. Salir de excursión con nosotros no es nada complicado, porque nos limitamos a subirnos en el coche y seguir la carretera hasta algún pueblo que no conocemos. Bajamos del coche y buscamos un bar para almorzar; paseamos por el pueblo durante un cuarto de hora escaso, cogemos la carretera otra vez y ponemos rumbo al restaurante más cercano para comer. Después del café, otra vez al auto, y a casa. En total, habremos caminado unos veinte minutos, y porque el primer bar estaba un poco escondido, que si no... y encima tenemos el morro de llegar cansados y contentos por haber hecho ejercicio, y con los pulmones repletos del humo del camión que nos precedía... se nota que somos de ciudad.

lunes, 8 de marzo de 2010

Despertar

Esta mañana me ha despertado un alarido desgarrador. En pijama, sin gafas y descalza he recorrido los escasos pasos que me separan de la habitación de mis hijos. Tras una rápida mirada (la adrenalina es muy buena para la vista, porque no he notado la ausencia de mis lentes hasta más tarde), he constatado que ninguno de mis hijos estaba en inminente peligro de muerte por:
a) Asfixia.
b)fractura de cráneo.
c)hemorragia masiva.
d) cualquier otro de los miles de peligros que acechan en una inocente habitación infantil.
Casi descalabro yo a Alejandro por el ímpetu con el que he abierto la puerta, a punto he estado de sacarla de sus goznes. Tras unas sutiles indagaciones (¿Qué cojones está pasando aquí? Y ¿A qué viene tanto alboroto a estas horas de la madrugada?) he averiguado que a consecuencia de una molesta interrupción de su hermano, Carlos le había tocado. ¡Qué atrevimiento y osadía en un niño de su edad! con razón el otro gritaba... Tras una suave reprimenda (el próximo que grite por una tontería no sale de casa hasta los treinta años) me he vuelto a acostar.
Tras el desayuno, hemos añadido una nueva regla de obligado cumplimiento al reglamento familiar:
Queda terminantemente prohibido a partir de este momento y en lo sucesivo que ningún miembro de esta familia toque a otro en ninguna circunstancia, salvo razones de fuerza mayor, sin el expreso permiso de la autoridad pertinente (es decir, yo).
A ver si puedo dormir más de tres horas seguidas por noche.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Tierra Santa

Tierra Santa es un grupo de rock de La Rioja. Se dieron un respiro hace tiempo, pero han anunciado su vuelta para este año. En una ocasión les vi en directo, y fue de las pocas veces que Manolo no me llevó a remolque, casi a la fuerza, a un concierto. La otra vez fue hace mucho, cuando vinieron Manowar, y luego estuve escuchando un pitido durante días, pero valió la pena.
Desviándome del tema, lo que no entiendo es la costumbre de algunas chicas de lanzarse al escenario y explorar las amígdalas del cantante con la lengua. A mí no me gustaría besar a un desconocido, por muy cantante, guitarrista o famoso que sea (rarezas mías, ya me dicen que soy muy seca).
A lo que iba, Tierra Santa es un grupo intocable. No admito críticas, son los mejores. Claro está que no soy objetiva, porque me gustan a pesar de no estar de acuerdo con el contenido de algunas de sus letras, aunque algunos digan que todas las canciones son iguales, o que el cantante no es nada del otro mundo. No importa. Son los mejores. Porque a Alejandro le gustan, y me dieron horas de paz.
Hace algún tiempo, Jose vino a casa con un DVD que se acababa de comprar: Las mil y una noches, grabación de una actuación del grupo y lo pusimos a ver qué tal. Alejandro pasaba entonces por una mala época, no podíamos entretenerle de ninguna manera, no sabíamos qué hacer con él. Y entonces sucedió: se sentó y se estuvo quieto (y en silencio) durante una hora entera. ¿Cómo no voy a idolatrar a estos chicos, que sin saberlo, con su música amansaron a mi fiera particular? Resultado: compramos todos los discos y los pusimos una y otra vez. En casa, en el coche, en el mp3 y en el ordenador.
La mejor noticia de este año ha sido su regreso, y se especula con la posibilidad de que vayan al Leyendas del Rock. Ojalá me esté escuchando el Dios de los roqueros, y pueda verles de nuevo en directo.

lunes, 1 de marzo de 2010

Timi versus el record de mi tía-abuela.

Timi tiene dieciséis años. Parece poco pero Timi es mi perro; ha sido el mejor de los que he tenido. Ladra tan poco que al principio de adoptarlo creíamos que era mudo. Ha sido mi más constante, leal, abnegado y sufrido amigo, por ello temo el momento de su muerte, así que he tomado una determinación: vamos a superar el récord de mi tía. Su perro vivió 23 años, por lo que Timi sólo tiene que llegar a los 24. A lo tonto, tonto, ya llevamos dos tercios de esa cifra, esto nos lo tenemos chupado.
Y si el pobre está artrítico, medio ciego por las cataratas, sordo como una tapia y con menos olfato que una piedra, no importa. Lo conseguiremos, porque no puedo soportar dejarle marchar.

Tristeza

Hoy estaba un poco triste, y como siempre que me encuentro así, me ha dado por escuchar música de mi juventud. Canciones que hablan de desencuentros, citas fallidas, corazones rotos... y que me recuerdan aquéllo que perdí hace tanto tiempo, o lo que no pude conseguir.
Y he empezado a pensar ¿si estoy triste, por qué me pongo esta música, que me entristece más aún? ¿Seré masoquista? Encadenando un razonamiento con otro, he terminado por preguntarme por el origen de la vida, del Universo, y cuestiones filosóficas varias, llegando a una conclusión interesante: cuando entra la filosofía, la depresión se va.
Sin embargo, estos planteamientos me preocupan profundamente, me desasosiegan, y no sé si he salido ganando, porque he cambiado una leve tristeza indeterminada por una profunda angustia existencial... Voy a ponerme música otra vez, a ver si me animo.