lunes, 8 de febrero de 2010

Al Leyendas del Rock

Este año nos vamos al Leyendas. Sí señor. tenemos a los niños colocados, a los perros también, la reserva del hotel hecha... Me hace especial ilusión porque se realiza en el pueblo donde yo pasaba mis vacaciones en la infancia: San Javier. No creo que nadie me recuerde, pero no importa. Pasearé por las calles y veré a dónde me lleva la memoria. Luego iremos a la playa, y caminaremos durante una hora mar adentro hasta que el agua nos llegue a las rodillas (ventajas del Mar Menor: es difícil nadar, pero no te ahogas), comeremos por ahí y por la tarde: ¡Festival!

Hace dos años acudimos a Mazarrón, como siempre organizándolo todo a ultima hora; todo el año hablando del tema para al final, prepararnos deprisa y corriendo, alojados en un hotel a casi 30 kilómetros. Llegamos el segundo día, registrándonos en el hotel y saliendo sin descansar en dirección al recinto. No sabíamos la dirección exacta, pero no fue necesario: nos bastó con seguir a toda la gente vestida de negro que circulaba en una dirección. A la hora de cenar estaba tan cansada que me dormía encima del arroz tres delicias (sólo había sitio en un chino). Quería ver a Ñu, pero no podía con mi alma, y terminé sentada en el suelo, mirando con cara de perro a Manolo, que estaba tan fresco. Jose también se había dormido, aunque no se le notaba, porque estaba de pie.
Cuando conseguimos arrancar a Manolo de su éxtasis e irnos a dormir, ¡nos perdimos! Finalmente en la ruta correcta, se mantenía muy silencioso mientras Jose y yo comentábamos el estado de la carretera. Me di cuenta de que respondía con gruñidos, pero lo achaqué a nuestra prematura retirada. Estaba equivocada; resulta que el coche iba en la reserva, no había gasolineras abiertas (ni cerradas, si a eso vamos) y estaba temiendo que no llegaríamos. Como es muy generoso, y lo comparte todo, nos hizo partícipes de sus temores, obteniendo a cambio calurosas muestras de apoyo del estilo: ¿pero tú estás tonto o qué? Mira que debajo de nuestro hotel hay una gasolinera, so bobo. Expresó su gratitud con gran efusión y al final llegamos a nuestro destino completamente alterados, nerviosos y por supuesto, despiertos.

Por eso, esta vez me he empeñado en organizarlo todo por anticipado. Y como siempre sucede, algún imprevisto vendrá a estropearme la cuidadosa planificación. La de cosas que pueden pasar en seis meses, me ponen los pelos de punta. Crucemos los dedos...

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